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Secreto en la Montaña:
El Oro y el Barro
Marina Alzen
Revista Viva del Diario Clarín
publicada el 29 de noviembre de 2009
Aquí, a 4.600 metros de altura, la frente y la nuca tiran en direcciones opuestas, como si la cabeza fuera Tupac Amaru amarrado de sus extremidades a los caballos del conquistador español. Los pies pesan una tonelada. O dos. Inhalar deja de ser un acto obvio de la vida y el corazón se exalta como si quisiera escapar del cuerpo. El paisaje majestuoso de la Cordillera de los Andes compensa la desagradable sensación que provoca el mal de altura, que obliga a cualquier mortal que esté desacostumbrado a estar tan arriba del nivel del mar a abrazarse a un tubo de oxígeno como si fuera un osito de peluche.
Desde tiempos inmemoriales se sabe que hay oro en lo alto de estas tierras que hoy son parte de la provincia de San Juan. Los incas habrían sido los primeros en venerarlo; lo testimonia una momia hallada en el Toro, un cerro cercano, en el límite con Chile. Los pirquineros, siglos después, arrancaban el metal con pico, pala y dinamita, y lavaban la roca con cianuro abajo, en el río pelado.
Desde 2004, una empresa canadiense, Barrick Gold, explota industrialmente en Veladero el precioso mineral, que enloquece a la humanidad desde los tiempos de las civilizaciones más tempranas y que ahora cotiza encima de los mil cien dólares la onza, un precio récord.
Una operación industrial de esta magnitud hubiera sido impensable hace sólo unos años en este sitio rodeado de cumbres nevadas, donde están las nacientes de los ríos. En su pico de actividad, durante la construcción de la mina, supieron trabajar aquí unas cuatro mil personas. En el valle que está un poquito más abajo de donde se extrae el mineral, a 3.800 metros de altura, hay un campamento con hotel, hospitales (donde hasta el macho más macho acude, tarde o temprano, a rogar por oxígeno), comedor, cancha de fútbol, un salón con usos múltiples con computadoras, televisión, cine... Una auténtica ciudad en el medio de la nada, o mejor dicho, del todo.
El todo es esta bella cordillera, donde el viento manda con reglas propias. Pero la imponencia del paisaje no impide que el hombre, aún con las dificultades que causa el maldito soroche, se sienta minúsculo frente a él.
Para sacar el oro y la plata hay que desollar los cerros, lo que es posible sólo con fuertes explosiones, que se hacen una detrás de la otra, con milésimas de segundo de diferencia, en una acción en cadena. El cerro, por lo tanto, ya no es el cerro que solía ser. Parece un anfiteatro mayúsculo con gradas de colores. Son los colores de la montaña que ha sido descascarada.
Parado frente a esas impresionantes gradas que, en realidad, son las canteras, un ingeniero explica que, cuando la mina empezó, bastaba que hubiera apenas 0,35 gramos de oro en cada tonelada de piedra para que la operación comercial de la Barrick fuera rentable. Parece una relación desproporcionada entre el metal y la roca estéril, pero es así. Ya no existen las minas con vetas definidas, ésas que van rascando hombres con pico y pala. Ni esos yacimientos donde el oro fluye en los ríos, en forma de pepitas, como en las películas del Far West norteamericano.
El oro y la plata están diseminados en la montaña como si hubieran sido esparcidos al estilo polvitos mágicos por misteriosas hadas nocturnas, pero el relato de su extracción remite a una imagen mucho menos romántica.
Después de la explosión, la roca resultante se muele dos veces. Y luego es acumulada con gigantescos camiones, de varios pisos de altura, en una “nueva” montaña, que lleva el difícil y antipático nombre de “valle de lixiviación”. Desde arriba, éste parece una pirámide azteca escalonada, aunque sin ningún ornamento que lo pueda embellecer. Cuando la mina termine su vida útil, en el 2023, ocupará unas doscientas hectáreas. Para separar la roca de los metales buscados, el valle es regado con un sistema de goteo, similar al que se utiliza en los viñedos. Sólo que ese agua contiene dos partículas por millón de cianuro. Este, el veneno de los venenos, se pega al oro y la plata como a un imán, desprendiéndose de la piedra. El resultado que se obtiene es oro cianurado. Al espolvorearlo con zinc, emergen el oro y la plata. De esta reacción química, se obtiene un subproducto: el mercurio, que también se exporta. Así –juran– desaparece el cianuro, y el que pudiera haber quedado en el valle se oxida con el sol. Dicen, también, que el agua que se extrae del río Las Taguas para esta operación se reutiliza en un circuito cerrado.
Igual, se necesitan 36 litros por segundo (la empresa dice que paga por la utilización de 110 por segundo) para seguir alimentando el proceso, ya que la radiación solar se roba una buena porción del sagrado fluído de las montañas, un bien cada vez más escaso en este planeta que se calienta a un ritmo que no entendemos.
Visita (demasiado) guiada
Llegué a San Juan perseguida por las pesadillas que me provocaba la megaminería por todos sus elementos simbólicos: las explosiones, el cianuro, el agua, los glaciares perdidos, la contaminación.
Fundadas o no, mis suspicacias son compartidas por una parte de la sociedad sanjuanina, que se enteró de la existencia de Veladero cuando la mina ya era un hecho, lo que se contradice con la Ley General del Ambiente, que contempla la realización de audiencias públicas antes de empezar un proyecto de esta escala. Por lo tanto, no se discutió abiertamente si conviene (o no) resignar una porción de la cordillera a cambio de una actividad económica que tiene fecha de vencimiento (el recurso se agota pronto). Nadie habló en serio de los límites del ecosistema ni calculó si se quiere un establecimiento industrial de gran envergadura en la alta montaña, con los riesgos que esto implica. Tampoco se especuló sobre si vale la pena generar un pasivo ambiental que estará por siglos en una zona en la que se producen sismos temibles, o qué es la Cordillera: ¿un santuario intocable o una fuente de riqueza para las generaciones del presente?
En definitiva, lo que no se abordó es el debate sobre cuál es el modelo de desarrollo viable para todos los sectores económicos y qué precio ambiental están dispuestos a pagar los sanjuaninos como consumidores de productos que llevan las materias primas que puede proveer la provincia.
“No se discutió ni se consensuó acerca de los usos del territorio en distintas áreas y por ende se generaron muchos conflictos, en los que uno demoniza al otro, santificando al que está de su lado”, sostiene Pablo Lumermann, de la Fundación Cambio Democrático, quien realizó un estudio para la ONU y la Fundación Vida Silvestre sobre controversias en zonas mineras.
El silencio con el que se instaló la Barrick tuvo, por ende, el precio de la sospecha. De hecho, el viaje que hicimos a Veladero (no se puede entrar a la mina sin la empresa) estuvo inscripto en el marco de una agresiva campaña de relaciones públicas para enfrentar los temas que más dudas genera la minería a gran escala. Así y todo, no se nos permitió presenciar las explosiones (argumentando que si moríamos de un piedrazo, ellos serían imputables penalmente) y tampoco nos quisieron mostrar los lingotes de metal doré (fusión de oro y plata), que al cabo son el producto final que sale de la montaña. El esfuerzo por conquistar nuestros corazones era tan grande que por momentos no podíamos evitar sentirnos en Barricklandia.
Tal vez, tantas relaciones públicas se deban a que Veladero es la antesala de un proyecto aún mayor: Pascua Lama, otra mina de oro y plata (aunque mucho más grande). El nuevo yacimiento binacional –ocupa tierras argentinas y chilenas, y Barrick está a cargo– demandará una inversión previa de dos mil millones de dólares, por sus proporciones gigantescas.
Hay que montar, por ejemplo, un campamento de cada lado de la frontera. Esta vez, confiesan los ejecutivos de Barrick, la batalla de la opinión pública no puede fracasar. Por algo están abriendo una oficina en Buenos Aires, cosa que no creyeron preciso hacer con Veladero. En cambio, la capital sanjuanina está plagada de carteles de la empresa, que subrayan su lema: “minería responsable”. La Barrick está presente hasta en los jardines de infantes. No hay cómo desconocer la presencia de la compañía en la provincia.
Con la minería, San Juan se está reinventando a si misma, lo que tiene consecuencias para todos los niveles de la vida. Apareció, por ejemplo, el fenómeno de la clase media con casa de fin de semana, algo que sólo conocían los ricos, y son muchas las cuatro por cuatro que interrumpen la sagrada siesta. También ocurren otros fenómenos. Desde el poder político y económico, se está usando el término “ambientalista” de manera tan descalificativa como la dictadura usaba la palabra “subversivo”.
“Los ataques al sector (minero) desde espectros políticos o medioambientales han llevado a que la actividad cuente con malos antecedentes a pesar de hacer bien las cosas”, editorializó, por caso, el diario El Zonda. En la provincia no hay prensa que cuestione la minería, ya sea porque recibe pauta oficial o de la industria.
El Diario de Cuyo retiró hace poco la circulación de la revista Rumbos, que se reparte los domingos junto al matutino, porque contenía opiniones de la socióloga Maristella Svampa, quien es muy crítica de la actividad. También se interrumpieron programas de televisión, como TN Ecología o Después de todo, que ponían en tela de juicio las megaexplotaciones mineras.
Esta sumisión total al fenomenal poder económico de la minería pone al estado sanjuanino en colisión con reparticiones nacionales como Parques Nacionales, que si bien no está en contra de la actividad de por sí, duda del impacto que pueda llegar a tener en áreas protegidas como la biósfera de San Guillermo. “Nosotros no nos hemos quedado conformes con los estudios de impacto ambiental –señala un funcionario de Parques Nacionales tras pedir que se mantenga en reserva su nombre–. Los estudios están centrados sólo en si el agua les va a alcanzar a ellos. No sabremos si tendrá incidencia sobre lo que pasa con los humedales que se forman a la vera del río, cruciales para la flora y la fauna. En la zona de Pascua Lama no tenemos total certeza de que no haya glaciares de roca. Justo esa zona es la cabecera de cuenca del río Palca, que depende de las precipitaciones níveas. No sabemos el impacto que tendrá en el agua subterránea ni tenemos registro de la muerte de especies. Por lo que sabemos de minería, el impacto recién lo veremos en diez años.”
Pascua Lama insumirá mucha mayor cantidad de agua, ya que el proceso de lixiviación no se hará en un valle sino en un dique de cola: es decir, un gran piletón en las alturas. Alturas que parecían inalcanzables y ahora están tan cerca. Más allá del desgraciado soroche.
De eso no se habla
Los guanacos son bichos mansos, que comen imperturbables el pasto de las vegas, pequeños
oasis de los valles de altura de la Cordillera. Verlos es un espectáculo. Y justamente por eso, la UNESCO designó a toda esta zona de la biósfera de San Guillermo como Patrimonio de la Humanidad.
Barrick dice que las áreas de Veladero y Pascua Lama fueron desafectadas del parque, aunque las organizaciones ambientalistas aseguran que a la UNESCO no se le comunicó nada oficialmente. Los de la Barrick no son los únicos proyectos mineros en la zona: hay otros quince, y se desconoce si el ecosistema soportará el impacto acumulado de todos ellos. “De eso no se discute”, dice Lumermann, como si hablara de un tema tabú.
Las empresas mineras no tienen seguro de cobertura en caso de un siniestro, una posibilidad que no parece imposible más allá de que la Barrick haya optimizado al máximo su proceso industrial, haciéndolo merecedor de la ISO 14.000, la certificación internacional de calidad medioambiental.
“Pero si mañana se produce un desastre, nadie se hace cargo”, señala indignada Silvia Villalonga, presidenta de la Fundación de Ciudadanos Independientes (FUCI), una ONG de San Juan. Luego de recibir una denuncia del glaciólogo Juan Pablo Milana sobre la presunta existencia de glaciares de roca en la zona de Veladero, la organización presentó un recurso de queja contra la empresa en los tribunales de San Juan: fue desestimado casi de un plumazo, según comentan. La causa se encuentra ahora en la Corte Suprema, con final abierto.
Mientras tanto, arriba, en el campamento de la Barrick, un minero que está a punto de revisar su e-mail dice que está contando las horas que le quedan de un turno de catorce días para bajar a su casa, en San Juan. Una vecina del barrio ha dejado de hablarle, dice, porque lo acusa de trabajar en una empresa que contamina. El insiste con que ésas son todas mentiras. Pero no hay caso: no la convence. Las convicciones pueden ser más fuertes que la propia montaña.
Las voces en contra de la minera Barrick Gold
◘ Ecologistas reunidos en ONGs, famosos solidarios y unos pocos legisladores son las voces que más fuerte hacen oír sus críticas a la minera canadiense y otras empresas del sector.
◘ Julieta Díaz, Gastón Pauls y Raúl Taibo, entre otras celebrities, participan de una campaña contra la minería a gran escala para la ONG Conciencia Solidaria.
◘ El diputado Miguel Bonasso atribuye a la presión de Gioja el veto presidencial a la Ley de Glaciares, que prohibía la minería en zonas glaciares y periglaciares.
◘ ¿GLACIARES EN PELIGRO? Varias ONGs denuncian que Barrick no tiene un seguro ambiental que pagaría por un eventual desastre ecológico en el área de explotación minera.
La versión de los empresarios mineros
→ El doctor Manuel César Benítez, presidente de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM) dice que el sector es “la actividad que menos accidentes registra y mejores salarios paga”.
→ somos modernos, no contaminamos: “La gran minería argentina es la más moderna de América latina y tal vez del mundo: tiene incorporadas las mejores prácticas productivas y ambientales.”
→ el cianuro se usa en todo el mundo: “El uso del cianuro en la minería moderna es absolutamente seguro porque está adecuadamente regulado por las leyes y las prácticas mineras internacionales.”
→ pagamos todos los impuestos: “En 2008 el Impuesto a las Ganancias pagado por el sector significó el 17% de los ingresos del fisco nacional. Y se pagan derechos de exportación y regalías.”
Las cifras de un negocio multimillonario
■ 1.575.000 onzas: Esta cantidad en ‘metal doré’ –la aleación de oro y plata que se extrae de la mina sanjuanina– exportó Barrick Gold de Veladero entre octubre de 2005 (fecha en que empezó la explotación) y diciembre de 2008. Al cierre de esta edición, cada onza (que equivale a 31,10 g) cuesta US$ 1.147,50, un precio récord en años.
■ 360 millones de pesos: Asegura haber pagado la Barrick en regalías y derechos de exportación de Veladero en ese período. Las ONGs ecologistas denuncian que las empresas gozan de beneficios fiscales que no tiene ninguna otra actividad económica y apuntan su dedo acusador al actual gobernador sanjuanino, José Luis Gioja, principal promotor de la Ley de Inversiones Mineras en los años ‘90.
■ 300 muestras de agua: Dice la Barrick que se toman en la mina para testear la calidad del líquido. En Jachal, San Juan, tienen la percepción de que aumentaron los casos de cáncer desde que Veladero empezó a operar. Aníbal Manzur, geólogo de la Universidad de Mendoza, dice que “mientras los circuitos cerrados de agua no fallen, no se afecta la calidad del sistema. Pero siempre hay riesgos”.
■ 5 provincias: Han limitado el uso de ciertos productos químicos –el polémico cianuro, sobre todo– en la actividad minera a cielo abierto. Para la Cámara de Empresarios Mineros (CAEM), estos límites “significan una restricción indirecta”. En la actualidad, estas leyes están vigentes en Mendoza, Córdoba, Río Negro, Chubut y San Luis.
■ 26.148: Es el número de la ‘Ley de los Glaciares’ aprobada por el Congreso en 2008; dicha ley, que limitaba la minería en la zona cordillerana, fue vetada por la Presidenta. En abril, los gobiernos de Chile y la Argentina dieron luz verde a Pascua Lama, megayacimiento cordillerano que estará entre los cinco mayores del mundo.
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La Minería en Cuestión
Por Jackie Isola
Revista Rumbos (acompañaba la edición dominical de Diario de Cuyo y Diario Los Andes)
Publicada el 7 de Junio de 2009
En las historias que hay detrás de cada medallita de oro, alianza de compromiso o una vieja tubería de cobre, asoman dos realidades que se entrelazan en un mismo conflicto.
Por un lado, el sueño de recuperar el paraíso perdido (entendido como desarrollo económico, bienestar social, estabilidad laboral y ganancias netas que superan toda imaginación), y, por el otro, el precio que hay que pagar para alcanzar esa meta, es decir, la erupción de profundos daños ambientales.
Suerte de salvación o condena, la actividad minera es una de las industrias más cuestionadas y veneradas del mundo. Su gigantesca maquinaria global mueve miles de millones de dólares, al mismo tiempo que contamina y consume de manera alarmante los recursos hídricos de la región explotada.
El geógrafo Anthony Bebbington, en un informe presentado en la Universidad de Manchester, explica que el fenómeno de la extracción de minerales aumentó considerablemente entre 1990 y 1997, período en que la inversión en minería mundial creció un 400 por ciento sólo en América latina.
Con más de trescientos yacimientos en producción, o pronto a ser explotados, nuestro país ocupa el sexto lugar en el mundo como potencia minera y, de acuerdo con lo expresado por Maristella Svampa y Mirta Antonelli (en su flamante libro Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales), el 75 por ciento de las áreas atractivas para la actividad todavía no han sido exploradas.
A cielo abierto
Si bien hasta mediados del siglo XX las minas subterráneas conformaron la metodología más común para trabajar los yacimientos, hoy, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, la industria metalífera dio lugar a una nueva forma de trabajo: la explotación a cielo abierto. Las minas que adoptan esta modalidad se disponen a modo de terrazas ubicadas en grandes fosas donde se realiza la remoción de vegetación y suelo, se dinamitan toneladas de roca y se utiliza ácido sulfúrico, entre otros compuestos químicos, para obtener el metal deseado.
La particular característica de este tipo de explotación es que requiere el consumo de millones de litros de agua por día y un desproporcionado gasto de energía eléctrica. Con inversiones -y ganancias- exorbitantes, y enormes pasivos ambientales, la explotación a cielo abierto parece ser la nueva gallina de los huevos de oro de las multinacionales.
Gracias a la sanción de la Ley 24.196 que en los ´90 lanzó el ex presidente Menem para incentivar la inversión extranjera (estabilidad fiscal por treinta años, pago de regalías menores al 3 por ciento) y al Plan Minero Nacional presentado por Néstor Kirchner en 2004, la explotación de yacimientos creció a pasos agigantados.
En la actualidad, la industria en nuestro país suma 7.950 millones de pesos en exportaciones, mientras que la inyección de capital extranjero -según el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios- subió un 740 por ciento desde 2003. Las expectativas del Gobierno son más que optimistas, teniendo en cuenta que más de trescientos proyectos están en carpeta buscando superar los 500 mil metros cuadrados explotados durante 2007.
Nada mal para un mercado que, en el rubro de exportación de oro, posiciona a la Argentina como el segundo productor de toda América latina. El informe augura, además, que dentro de los próximos ocho años el Estado recibirá inversiones de 38 mil millones de pesos.
Por lo pronto, la gran apuesta está alineada sobre la cordillera andina. San Juan, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Mendoza y Santa Cruz se disputan los megaemprendimientos, en su mayoría, a cielo abierto.
No todo lo que brilla es oro
Ubicado a 2.600 metros sobre el nivel del mar, el yacimiento catamarqueño de Bajo de La Alumbrera fue la primera mina de la Argentina en explotar cobre, oro, plata y molibdeno a cielo abierto.
Además de la planta de procesamiento, posee un mineraloducto que atraviesa más de trescientos kilómetros y transporta, mediante agua a presión, el concentrado de minerales y químicos como el cianuro de sodio, ácido clorhídrico y los restos de los metales pesados existentes en la roca, como plomo, mercurio y uranio.
A pesar de las exportaciones a España, Alemania, Japón, Canadá y China, que en 2008 dejaron más de mil millones de dólares, la activación de la planta genera conflictos, también en gran escala. Como toda actividad minera que adopta esta metodología, Bajo de La Alumbrera “necesita del agua para limpiar las 330 mil toneladas de roca que extrae por día y también para la cianuración (proceso por el cual la mezcla de cianuro y agua ayuda a despegar el metal adherido a las rocas)”, explica el geólogo doctor Isidoro B. Schalamuk, director del Instituto de Recursos Minerales de La Plata.
Así, el yacimiento consume 100 millones de litros de agua por día. Lo mismo ocurre con la electricidad. “La cantidad de energía que se necesita para movilizar la mina es equivalente a la energía que consume La Plata. La desproporción entre lo que se explota y lo que finalmente se extrae es mayúscula: por cada tonelada de roca, se obtiene un promedio de medio gramo de oro”, enfatiza.
La contaminación es otra punta del conflicto. “Uno de los problemas más graves que tiene Bajo de La Alumbrera es su proceso de transporte. El mineraloducto, por el que se traslada el mineral concentrado, atraviesa un relieve muy accidentado en el que muy frecuentemente se producen pérdidas”, afirma Schalamuk.
Urbano Cardozo vive en Andalgalá y dice que las filtraciones de la mina modificaron la salubridad del río Vis Vis. “Han muerto muchos animales. Los zorros no tienen piel. Vivo a sesenta kilómetros de la mina y, por ejemplo, ya no encontramos abejas. Si antes el agua del río era transparente, ahora tiene espuma", cuenta.
Frente a la constante demanda social que reclama mayor protección ambiental, el secretario de Minería de la Provincia, José Sinner, defiende al mercado.
“Es la única actividad que tiene su ley ambiental y que exige a las empresas que antes de realizar cualquier trabajo de explotación presenten un informe de impacto ambiental. Tenemos una unidad de gestión en la que monitoreamos permanentemente el entorno de cada uno de los proyectos. La industria minera se localiza cerca de los proyectos y lejos de los poblados y lleva salud, trabajo, educación a centros totalmente relegados por las mismas regiones”.
Luego de la redituable Bajo de La Alumbrera, el gobierno catamarqueño abrió el juego a otros proyectos, entre ellos, el yacimiento de Agua Rica (tres veces más grande que Bajo de La Alumbrera). Con un capital inicial de nueve mil millones de pesos, la megaminera planea imitar los pasos de su antecesora.
Montañas de sal
En la actualidad, Mendoza es una de las pocas provincias -junto con Chubut, Córdoba, Río Negro, Tucumán, La Pampa y San Luis- que cuenta con una ley que restringe la actividad minera. Propuesta por el senador provincial e intendente del departamento de San Carlos, Jorge Difonso, la Ley 7.722 prohíbe el uso de cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otras sustancias tóxicas similares, en todos los procesos mineros.
Con todo esto, la provincia cuyana hoy ostenta dos grandes proyectos metalíferos. Además del emprendimiento San Jorge, que iniciaría su etapa de extracción de cobre en 2012, una mina de mayor envergadura se instalaría en la región.
Con un presupuesto de siete mil millones de pesos, Potasio Río Colorado intenta convertir a nuestro país en el sexto productor mundial de cloruro de potasio. Frente al marco regulatorio provincial, la planta al parecer tampoco sería alcanzada por la norma, puesto que en vez de extraer a cielo abierto, la mina piensa obtener el material mediante pozos verticales utilizando agua caliente en los procesos extractivos.
En la localidad de Malargüe, sobre la alta cuenca del Río Colorado, gigantescas rocas de cloruro de sodio y cloruro de potasio serían procesadas para obtener el fertilizante de exportación: el potasio. Para ello, el sodio es separado del potasio dando como resultado cien millones de toneladas de sal sobrante.
Sobre una superficie de doscientas hectáreas, las montañas saladas -que alcanzarían los quinientos metros de base por cincuenta metros de altura- podrían contaminar el río aumentando su salinidad e impidiendo, así, la práctica del riego.
“Para el correcto funcionamiento de la mina, la planta tendría que consumir un millón de metros cúbicos de gas por día. Eso es la totalidad del consumo comercial y residencial de Mendoza”, dice en un informe el geógrafo de la Universidad Nacional de Cuyo, Marcelo Giraud.
La salud en cuestión
Así como empresas chinas operan en Neuquén, la canadiense Barrick Gold tiene la concesión de los yacimientos más importantes de San Juan. En el Departamento de Iglesia, el yacimiento de Veladero planea extraer en los próximos 17 años once millones de onzas de oro.
Símbolo de riqueza y prosperidad, la actividad minera sanjuanina también guarda sus propios conflictos. Si bien la empresa obtuvo la certificación del Código Internacional para el Manejo del Cianuro, lo cierto es que hace unos años los pobladores de Jachal comenzaron a tener problemas con el agua de consumo.
La investigación de Maristella Svampa y Mirta Antonelli informa que la contaminación con arsénico del río Las Taguas, corriente que alimenta al río Jachal, presentaba alteraciones irreversibles gracias al arsénico importado por las voladuras de dinamita que caían sobre el agua.
De acuerdo con las declaraciones de la pediatra Graciela Tejada al diario La Nación en 2005, “en los últimos diez años, los casos de cáncer han aumentado un 150 por ciento. Esto fue confirmado por un estudio encargado por INTI-Chuteh al Grupo de Asesoría Técnica SRL. El resultado fue alta contaminación por arsénico”.
Además de las megaproducciones chileno-argentinas de Pascua-Lama (el primer tratado binacional de oro y plata) y de Pachón; otros siete proyectos en gran escala están en movimiento. A los mencionados se les suman las minas San José, Manantial Espejo, Río Turbio y Cerro Vanguardia en la provincia de Santa Cruz; y los de Aguilar y Pirquitas en Jujuy.
Frente a una industria cuyo desarrollo en nuestro país es relativamente nuevo, los vecinos involucrados en cada una de las regiones explotadas se mantienen firmes en su postura.
“Somos conscientes de que prácticamente toda actividad económica genera un impacto ambiental. Uno puede llegar a hablar de una minería que reduzca la medida de los impactos, el problema es que las empresas te dicen que el impacto es casi nulo y la historia te demuestra que las catástrofes ambientales también existen. Los riesgos son muy elevados en comparación a las ganancias económicas”, concluye Giraud.
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EDICION DEL DIARIO LOS ANDES
DOMINGO 14 DE JUNIO DE 2009
EL DIARIO LOS ANDES FUE RETIRADO DE CIRCULACION EN SAN JUAN
Contenía la nota completa de la Revista Rumbos bajo el título:
“La nota que los lectores de Los Andes en San Juan no pudieron leer”
“El domingo pasado, la revista Rumbos fue retirada de la edición de este diario y nadie se ha hecho cargo. Reproducimos el artículo que la gente no pudo leer”
Solidaridad de ADEPA
domingo, 14 de junio de 2009
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) envió una carta dirigida al director periodístico de Los Andes, Arturo Guardiola, solidarizándose por el hecho de censura sufrido el domingo pasado.
Firmada por su presidente, Lauro Laíño y por Carlos Gamond, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa, lo que sigue son algunos extractos de la nota: “Lo cierto es que se ignora hasta el momento quién o quienes dispusieron la supresión de la circulación de Rumbos y los motivos que los inspiraron. Tal oscuridad agrava aún más el insólito atentado a la libre circulación de los ejemplares de una publicación y la verdadera mutilación de la edición de Los Andes en su circulación en la provincia de San Juan.
“Reciban, pues, Los Andes y su director las expresiones de nuestra más amplia solidaridad y la certeza del permanente interés de Adepa por oponerse a todo tipo de atentados a la libre circulación de un medio”.
Paralelamente, Adepa envió otra carta al gobernador Gioja para expresarle su preocupación por el episodio.
LINK PARA DESCARGAR EN PDF (ver notas relacionadas)
www.losandes.com.ar/notas/2009/6/14/politica-429770.asp
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