En septiembre de 1995, la fundación Gorbachov inauguró en el Hotel Fairmont de San Francisco el “State Of The World Forum" (Foro sobre el Estado del Mundo). Allí, quinientos científicos de primer orden, políticos, capitalistas, filántropos, jefes indigenistas de rarísimas etnias, funcionarios de la ONU y sacerdotes de nuevas religiones universales que se consideraban y consideran a sí mismos la élite mundial -y que por supuesto nos “representaban a todos”-; se reunieron para contrastar sus puntos de vista acerca del “destino de la nueva civilización”.
La convocatoria fue bajo el lema de reunir “al genio creador más poderoso de nuestra especie, en la búsqueda de soluciones a los desafíos que enfrentará la humanidad en el siglo XXI”. Una vez definidos los principios de trabajo, la asamblea comenzó reconociendo una evidencia que no merecía discusión: “en el próximo siglo dos décimas partes de la población activa serán suficientes para mantener la actividad actual de la economía mundial”…el resto, el actual 80% de los trabajadores del planeta, está de más en el mercado laboral…y en el mundo(1). (La Población Económicamente Activa (PEA) mundial era en 1990 de 2,374 millones de trabajadores; según el cálculo realizado en dicho Foro, el 20% con el cual se puede desarrollar el mercado sería equivalente a 474.800.000 de trabajadores. El 80% restante que no podría absorber el mercado sería de 1.899.200.000 trabajadores). Luego volveremos sobre este punto.
Recién nueve años después, la OIT produjo un documento donde se decía que “El debate público sobre la globalización se encuentra en un punto muerto. Las opiniones se reducen a las certezas ideológicas de posiciones conocidas, y se fragmentan en distintos intereses específicos. La voluntad de lograr un consenso no es firme. Se han estancado las negociaciones internacionales clave, y es frecuente que no se respeten los compromisos internacionales en materia de desarrollo. El informe que tienen ante sí no ofrece soluciones, porque no existen”(2). Obvio, aquel cálculo de 1995 se transformó en el nuevo siglo en una decisión: ya está en marcha una sociedad que algunos ya denominan acertadamente 20-80, y ese informe revela la impotencia de una institución internacional dependiente de Naciones Unidas de regular al capitalismo globalizado fundamentalmente porque no puede impedir el papel de Estados Unidos como potencia integradora y organizadora del sistema imperialista(3).
De diversos modos esto ha sido dicho sin reservas y ad nauseam por los intelectuales del imperio. Estados Unidos hoy puede "resolver efectivamente importantes temas internacionales sola, y ninguna combinación de otros estados tendría el poder de impedir que lo haga" (léase la ONU) y tampoco se han privado los funcionarios de primer nivel como el Vicepresidente al reconocer que "Estados Unidos no tiene que enrojecer por ser una gran potencia y tiene el deber de actuar con fuerza para construir un mundo a imagen de Estados Unidos”.
Al mismo tiempo y caminando hacia atrás en el futuro, se escucha de boca de patrones globalizados como Heinrich von Pierer, (presidente del consorcio Siemens), decir: "El viento de la competencia se ha convertido en una tempestad, y el verdadero huracán aún está por venir".
Es así como el capitalismo mundial sacrifica sin misericordia a quien le dio futuro y proyecto histórico: el Estado-nación. Empresas y Estados se derrumban en minutos por los huracanes financieros. El hijo (el neoliberalismo) devora al padre (el capitalismo nacional), y de paso destruye todos los fundamentos simbólicos de la modernidad: en el “nuevo orden mundial” no hay ni democracia, ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad; ¿será por eso que Fukuyama ahora habla de post-humanidad?.
Respecto a este tema, volvemos al “Foro sobre el Estado del Mundo” de 1995. Entre los 500 presentes se encontraban algunas de las personas “más poderosas de nuestra especie” (modestia aparte, según rezaba la convocatoria) entre otros: Mihail Gorbachew, George W. Bush, Margaret Thatcher, Ted Turner, Bill Gates, George Shultz, David Packard, John Gage, Scout Mc Nealy, Hebert Henzler, Washintong SyCip, John Naisbitt y un par de chistosos: Herbert Henzler yZbigniew Brzezinski. Para los citados líderes, en el siglo XXI, el 20% de la población activa bastaría para mantener en marcha la economía mundial. Una quinta parte de todos los que buscarían trabajo sería suficiente para producir todas las mercancías que requerirá la sociedad mundial(4). Ese 20% podría crecer en 1% o 2%, con herederos acomodados. Claro, la pregunta que faltaba ante ese diagnóstico era obvia ¿y los demás? ¿qué hacemos con el 80% de la población activa que no tendrá empleo?
El profeta Herbert Henzler (director de la filial alemana de la empresa de consultaría McKinsey) lanza el primer chiste: “la industria va a seguir los pasos de la agricultura” (…) ”en el futuro”, dice, “la producción de mercancías ofrecerá sueldo y pan a un pequeño porcentaje de la población activa (…) se trabajará a cambio de comida y no de salarios ni de prestaciones sociales”. "La sociedad occidental de la exigencia (habla así del Estado de Bienestar) colisiona con las ambiciosas sociedades asiáticas de la renuncia". La segunda broma la hará Zbigniew Brzezinski (ex consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter, autor de varios libros y fundador de la Trilateral Comission) este simpático representante “de lo mejor de nuestra especie” dirá que lo más adecuado para ese 80% de infelices será ofrecerles nada más y nada menos que “tittytainment”.
¿Minas en bolas?, nada que ver… El vocablo fue acuñado por el impronunciable Brzezinski quien visiblemente abochornado por los murmullos de la excelente concurrencia, explica el origen del extraño término…”Don’t worry ladies and gentlemans, no son minas en bolas en un programa de Big Brother sino que he combinado los vocablos "tits" ("tetitas" en argot yanki) y "entertainment" (entretenimiento) que unidas significarían “alimento más entretenimiento”. ¡Es una metáfora queridos hermanos y hermanas! En ningún caso, please, debe entenderse todo esto con connotaciones sexuales -por el contrario- , quiero aludir sí, al efecto adormecedor y letárgico que la lactancia materna produce en el bebé; sería entonces una mezcla de alimento físico y psicológico que adormecería a las masas de desocupados y controlaría de este modo su frustración y sus obviamente previsibles reproches contra la sociedad… ¡Aplausos!”(5) "La población optima está sobre un modelo de Iceberg: ocho partes de nueve debajo de la línea de flotación, y una por encima, El mundo es estable actualmente. Las personas son felices; ellos obtienen lo que quieren, y no quieren jamás lo que no pueden obtener.
- ¿Y ellos son felices, debajo de la línea de flotación?
-Sí, les gusta. Es suave, y es de una simplicidad infantil. Sin esfuerzo excesivo espiritual ni muscular.
Siete horas y media de un trabajo ligero, nada cansador, y enseguida la ración de soma(6), deportes, copulación sin restricción, que más podrían pedir?"(7)
¿Acaso hay algo más siniestro que crecer escuchando las promesas de un aliado – bajo la forma de garantías de protección y cuidado – y al momento de requerir su materialidad descubrir que se hallan vacías de soporte en la realidad? Terror de descubrirse bajo las alas de un aliado no sólo ausente, sino traidor a sus promesas. Sabemos el parentesco entre lo familiar y lo ominoso gracias a las premisas que Freud nos ofrece para dilucidar sus alcances: “eso angustioso es algo reprimido que retorna“ y “esto ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión”(8).
Y en lo que nos toca, lo familiar que devino terrorífico, fue el Estado. Es innegable lo acontecido, porque desde hace algunas décadas somos testigos privilegiados y trágicos de un cambio radical de época. La lógica moderna era fuerte, como un centro gravitacional que todo absorbía, que obligaba a cada nuevo elemento a entrar en su lógica.
Sin embargo, la mutación contemporánea es concluyente. No ha permanecido ningún ámbito sin ser sacudido drásticamente y a nuestra mirada le cuesta distinguir aquello que hoy, quizás, no ostenta más un estatuto ontológico. Y en esto, la alteración en el registro de la representación, ha sido determinante. Si en el Holocausto se exterminaba a las personas bajo la categorización de no-seres-humanos, en la actualidad no hay ocultamiento. Casi todas las crueldades rutinarias que se materializan en los distintos lugares del mundo penetran por nuestros sentidos y se ejecutan bajo las leyes y lógicas del mercado amparados por su legitimidad. De allí que como vimos, en 1995 ya se hablara de una “humanidad sobrante” sin sentimientos de culpa ni pudor.
El “soma”, el “Prozac” o el “tittytainment”, caminan por un solo sendero aunque pertenezcan a la ficción uno y a la realidad actual otros: hacer posible la gobernabilidad en este mundo que ha sido polarizado. Porque el temor a un final apocalíptico de la humanidad ya no es generalizado, no es leído como inherente a la Condición Humana de todos. Su posibilidad de existencia fue asignada y restringida a la “humanidad sobrante”.
Quienes tienen en su haber la riqueza casi total del planeta(9), han edificado programas de perdurabilidad que tienen bases más que concretas y materiales para ser horrorosamente posibles. Un caso paradigmático, es el de Johan Eliasch(10), (propietario de una extensión de 1.600 kilómetros cuadrados de bosque amazónico en Brasil); quien tuvo la brillante idea – ante las calamidades que observó respecto del calentamiento global y con un preventivo sentido “ecologista” – de privatizar el Amazonas. Claro que la propuesta la realizó en un congreso de seguros organizado por la empresa LLoyds que podría resumirse del siguiente modo: con la selva amazónica privatizada, las compañías de seguros reducirían los costos que deben afrontar por las catástrofes ocasionadas por los desastres naturales producto de la quema del Amazonas, tales como tsunamis, huracanes y las silenciosas y perjudiciales consecuencias del calentamiento.
Eliasch, este filántropo profundo, consideró que con 41.000 millones de euros se podría comprar todo el Amazonas. Y opinó que de la mera conservación del bosque amazónico se puede obtener un suculento beneficio económico lo que además garantiría un mejor futuro para las aseguradoras amén de que quienes sean los flamantes propietarios del pulmón del planeta que proporciona el 20% del oxígeno del mundo y el 30% del agua limpia puedan “cobrarle derechos de emisión de dióxido de carbono” a otros empresarios, ya que ellos se encargarían de “transformarlo” en oxígeno. Nada dijo este convencido “ecologista” de la humanidad sobrante que, de ser así, dependería de voluntades privadas para respirar; porque claro, a partir de allí, el oxígeno también cotizaría en bolsa.
Como vemos, la indolencia que manifiesta el 10% frente al semejante, nace de los producidos de su irracionalidad. La irracionalidad del modelo económico globalizado, tiene otras facetas igualmente patéticas: la quema de la selva en Brasil para cultivar soja, ha destruido el 15% de los cuatro millones de kilómetros cuadrados de la Amazonía; provocando asimismo una serie de trastornos climáticos ligados directamente con el avance del calentamiento global. ¿Cuál es el destino de esta rentable actividad productiva? Pues, servir de alimento para la cría de cerdos en Europa(11).
Poseen, en definitiva, el desapego que tiene un predador que se come a su presa, es por ello que en el momento privilegiado del mercado no hay víctimas o victimarios ni hay culpa(12). En lo que hace a la “compasión” que este 10% expresa y que sostiene esa preocupación planteada por Brzezinski, refleja la noción “benevolente” de humanidad que se patrocina desde la polaridad capitalista: una humanidad reducida a la pura biología (comida y entretenimiento), de la que se ha extraído su derecho a la existencia simbólica como parte de la carne sapiens y cuyos derechos en el futuro son similares a los que hoy poseen los animales. ¿Son en verdad estas premisas las que quitan el velo respecto del tratamiento como post humanidad de la humanidad?
Castoriadis postula que no hay una definición universal de humanidad sino situaciones que instituyen una humanidad específica. Somos concientes que este relato resultaría inverosímil si no consideramos una categoría central: el concepto práctico y contingente de lo humano. Hace doce años que una parte de la humanidad ha sido dejada fuera del mundo por quienes se arrogaron el derecho a nominarla y categorizarla como humanidad sobrante. Se estableció así cuál es la propiedad fundante de lo humano dentro del contexto en el que se instituye una clase que arrebata el poder de nominar y aquella que es destituida simbólica y prácticamente. El problema radica en que recién ahora podemos dar cuenta de ello.
“Usted imagina que hay algo que se llama la naturaleza humana que será ultrajada por lo que hacemos y se volverá en contra nuestra. Pero, nosotros creamos la naturaleza humana. El hombre es infinitamente maleable. Tal es el mundo que preparamos. Un mundo donde las victorias se sucederán a las victorias y los triunfos a los triunfos, un mundo de eterna presión, siempre renovada, sobre la fibra del poder. Empieza a concebir lo que será este mundo. Al final hará mas que comprenderlo, lo aceptara, lo acogerá con felicidad, pedirá su parte y amara a sus propios esclavizadores..."(13)
Lo insoportable
Si como afirma Volnovich es lo insostenible lo que pone en movimiento las luchas sociales, entendemos que este sería un momento privilegiado. Esta premisa hoy cobra su más estruendosa materialidad. Si en 1930 – después de la crisis del 29 – 80 millones de personas pasaban hambre en el mundo, hoy, cada cinco segundos hay un niño de menos de diez años que muere de hambre; hay 860 millones de personas que están subalimentadas, es decir, un ser humano de cada seis; hay unas cien mil personas que cada día mueren de hambre o a raíz de sus consecuencias. Y esto ocurre en un planeta que podría alimentar sin problema alguno a 12 mil millones de seres humanos (una cifra que equivale al doble de la humanidad actual) con una dieta de 2700 calorías por individuo por día(14).
Dale Allen Pfeiffer, en el año 2005, dio a conocer un informe, donde señala que sobrarán comensales dentro de 25 años(15), denominado “Comemos combustibles fósiles”. Allí calculó que Estados Unidos tendrá que deshacerse en los próximos 25 años de 92 millones de personas(16) “si quiere mantener sus niveles de crecimiento y consumo” y el resto del mundo deberá suprimir a 4.250 millones de seres humanos antes del año 2050 para hacer compatible el sistema alimentario actual con el tamaño de la población del mundo(17). Falta que un día de estos veamos la noticia de que un grupo de pujantes empresarios reabren los hornos crematorios de Auschwitz para hacerlos funcionar a pleno.
“Los expertos llegan la conclusión de que hay que reducir esta masa de gente que no sólo no contribuye al sistema, sino que es un obstáculo a su desarrollo y una fuente de desequilibrios. Se dan cuenta de que con 8.000 millones de personas en el planeta, en 2020 el sistema no puede funcionar. Con tanta gente no se puede gestionar el medio ambiente, ni la sociedad, ni la política. Por esto promueven la vuelta a un planeta con 4.000 millones de personas que puedan integrarse, tener trabajo o comida, porque la gente tampoco pide mucho más. Observan que lo que no se puede sostener es un sistema en el cual haya más o menos mil millones de personas que tienen un nivel correcto y 7.000 millones de excluidos Se propone, pues, un 'plan de salvación' escalofriante que es el único que garantiza la supervivencia de los amos del mundo, y unas estrategias -entre las que está la 'intoxicación alimentaria'- encaminadas a 'seleccionar a las víctimas' y gracias a 'la política de identidad' que exacerba los fanatismos, otros se exterminen entre ellos. Lo contrario, asegura el informe, 'es el caos'(18)”
Como cereza del postre, un dato ilustrativo del costo humano para el capitalismo actual: el The Wall Street Journal estableció que…“Sabiendo que una vida norteamericana vale aproximadamente 500.000 dólares y que el PNB de la India sólo representa el 1,7 % del de Estados Unidos, se puede estimar que una vida india sólo vale 8000 dólares”. Más claro…agua.
Decíamos que en 1793, la significación “hambre” era capaz de escandalizar al mundo a fin de ponerlo en movimiento hacia un nuevo orden. Hoy, el orden asesino del mundo mata de hambre y de epidemias a 100.000 personas por día.Hay algo insoportable – ya dictaminado, en marcha y a todas luces – que convocamos aquí a fin de apelar a la lucha por el pronunciamiento de una dignidad humana que revolucione este presente. Que si no es el amor, sea el espanto.
Desde esta perspectiva es claro que post humanidad es lo que necesita este modelo para desplegarse en su total magnitud. Y quizás haya sido a través del exceso de realidad(19) que ha logrado producir la monstruosidad del solipsista que hoy oficia de obstáculo para crear lazo social. (Poco a poco, las fronteras se comieron al mundo, el cuerpo al sujeto, el idiota al ciudadano). El hipercapitalismo neoliberal no sólo produjo y reprodujo In-dividuos, subjetividades simpáticas a él y a sus fines. Usó sus producidos, recaudó sus tributos y ahora, frente a restos yermos e inútiles cuerpos, prepara su hora de purga más brutal.
Y si las significaciones que en otros tiempos unieron a la humanidad promoviendo la lucha contra regimenes totalitarios y vejatorios de la Condición Humana, ya no anclan en la subjetividad actual ni despiertan espacios críticos de reflexión y acción, ¿es quizás el tiempo de convocar bajo novedosos ropajes a las antiguas furias para que vuelvan a atormentar los “sueños de los hombres con angustias y remordimientos?”(20) ¿Qué representaciones pueden oficiar de anfitrionas ante el desvanecimiento del semejante y del mundo que promueve esta máquina de movimiento perpetuo?(21), ¿Qué clase de construcción subjetiva resulta de soportar, desde la más tierna infancia, el rótulo de humanidad sobrante que determinan quienes se arrogan el derecho de nominar el mundo? ¿En qué lugar depositaron su parte de humanidad aquellos que calcularon fría, racional y objetivamente el número exacto de los que van a ser expulsados primero de la creación de la sociedad y luego de la faz de la tierra? Quienes calcularon con “certeza infinita” cuántos son los que deberán “suprimirse” – léase bien no es un eufemismo– los tecnócratas, están diciendo matar, aniquilar, exterminar a cinco mil millones de personas: ¿es en definitiva la “solución final” que nos propone el 10% de esos reverendos traidores a la especie?(22)
“Los derechos se hacen respetar ante los tribunales o por la insurrección. ¿los tribunales son corrompidos y canallas?. Entonces el único medio es la insurrección. Esto no es posible cuando la clase social atropellada representa una minoría insignificante. Pero cuando representa el ochenta por ciento de la población, su incapacidad para reivindicar ella misma sus derechos por medio de la insurrección prueba su incapacidad para disfrutar de derechos, incapacidad que no se corrige con las mejores leyes, ni con las más sangrientas revoluciones, ni con los más tontos discursos”(23).
No olvidamos que “en un mundo del que ha desaparecido la fantasía, al sujeto sólo le queda vivir en lo real los crímenes y agresiones que no consigue transponer en creación fantasmática o en ficciones de espanto”(24).
Seguramente este ensayo no sea ni más ni menos que eso, ficciones de espanto que pretenden trasponer lo real. Un modo de invitar al Eros deseante a proseguir su lucha alborotada y bochinchera; a imaginar una subjetividad donde su voz a favor de la perdurabilidad de la existencia humana “sea signo de las pasiones que están en el alma, sonido significante y no sólo aire expirado”(25).