Podría entenderse, desde las perspectivas contemporánea y moderna, como un anacronismo el hecho de buscar en la Biblia la inspiración de la política - como en el Sacro Imperio o la Europa del Antiguo Régimen, donde la Providencia justificaba las decisiones políticas de la monarquía absolutista - ello supondría obviamente un retroceso de siglos, pero el interrogante que surge a partir de estos argumentos…¿es absurdo; quizás excesivo?...¿y si los Estados Unidos jamás fueron una nación de ciudadanos al estilo secular de Francia o el Río de la Plata?
La Gracia Soberana de Dios
Si como manifiesta Francis Fukuyama al reconocer a los Estados Unidos como una “democracia liberal”, viene a cuento acudir a quien es sin duda su exponente más idóneo: Adam Smith. Dentro de su moral calvinista – y como miembro de la iglesia presbiteriana de Glasgow (5) - simplemente recogió una evidencia: “la mano invisible” es la forma en que la “providencia divina” se manifiesta en la economía, y ello es símbolo de la soberanía de Dios. Al sostener que la razón es impotente para alcanzar la verdad, se aleja de la modernidad para regresar a la certidumbre que plantea para los tiempos el Antiguo Testamento. Si el conocimiento de las primeras verdades debe buscarse en la revelación y no en la razón, resulta de ello que toda la teoría económica liberal implica de hecho una fe religiosa absoluta fundada en la concepción de Providencia del calvinismo.
Adam Smith sencillamente traduce en su tiempo la idea de Calvino como un credo moral puritano(6) al alojar en su sistema “la mano de Dios”, la que es símbolo de poder absoluto sobre la creación. La pregunta obligada aquí es ¿por qué el resto del mundo asumió como racional(7) los producidos de la moral calvinista y también inglesa, incluso aquellos credos no protestantes y en las antípodas de esa cosmovisión? ¿será que el término con que nos inspira Rozitchner (el neoliberalismo) no es más que el ropaje actual con el que llega a nosotros aquella moral puritana? Lo esencial resultó invisible a los ojos.
El carácter más dramático del giro paradigmático moderno se juega precisamente en la transición entre dos visiones que explican el mundo y sus sucesos: una – anterior a la modernidad – centrada en explicar los fenómenos naturales y sociales a través de fuerzas sobrenaturales o divinas; y otra – la moderna – que situándose en el ejercicio de la razón, explica, asume y atribuye los eventos sociales e históricos a lo humano mismo, al efecto de su capacidad de creación y destrucción, y los fenómenos naturales ya no al capricho de dios, sino a relaciones internas a la misma naturaleza, susceptibles de ser conocidas y explicadas por la razón humana. Se postula que este tránsito emancipa la subjetividad en el sentido del efecto del desencantamiento del mundo moderno que – al poner en crisis todo criterio de autoridad dogmática, verdad revelada e interpretaciones del mundo y de sus acontecimientos físicos, políticos, económicos y sociales recurriendo a una exclusiva y omnipotente voluntad sobrenatural – relanza a los seres humanos al reto de pensarse a sí mismos, prefigurarse en sus posibilidades futuras y mirar así, críticamente, su presente y pasado. Es por esto que a la racionalidad moderna le resultó de dudosa factura todo aquello que ponía el acento en la fe.
Excede a éste trabajo dar cuenta sobre el retorno de lo reprimido que se nos ocurre análogo al Opus Nigrum de las ciencias sociales.(8) Sin embargo, dos sucesos relevantes, convergieron: en el caso de los Estados Unidos, este precepto nunca alcanzó sus costas, sino uno antagónico; en el caso del resto del mundo, se ilusionó que sí. Entendemos entonces que nos enfrentamos a una situación paradójica: una nación que nació en pleno Iluminismo, que durante siglos ha sido vista como emblema de la civilización y la racionalidad moderna, cuna de la libertad y la democracia, nos arrastra hoy a preguntarnos; en realidad, Estados Unidos, ¿es algo más que una patética teocracia calvinista?; en el fondo, los Estados Unidos ¿son ellos una comunidad bíblica basada en creencias puritanas que ha sobrevivido a la separación entre Estado e iglesia a pesar de la frontera establecida por su Constitución después de la independencia en 1776? Recordemos nuevamente al profesor de Harvard: “La ‘separación de la iglesia y el Estado' (en Estados Unidos) es el corolario de la identidad entre religión y sociedad”: A confesión de parte, relevo de pruebas.
Pero los interrogantes acerca de los Estados Unidos, no son más que una anécdota, una excusa para ahora sí, interrogarnos acerca de quiénes somos nosotros. Porque si ellos son eso que expresan y si declaran a viva voz la misión que tienen como destino – misión que involucra al resto del mundo como escenario de realización – lo que proponemos aquí, es un ejercicio de memoria. Porque si la memoria elige lo que olvida, la racionalidad moderna olvidó que el núcleo contra el que la civilización edificada sobre la primacía de la razón, luchó por dar por concluido, fue el ciclo de supremacía del creacionismo. Y ese núcleo, nos muestra hoy que encuentra expresiones a la manera del retorno de lo reprimido. Proseguimos entonces, gracias a lo dicho por Rozitchner, transitando el recorrido de la marca: que si es económica es religiosa y si es religiosa es militar(9). Dice Max Weber casi parafraseando a Hobbes “la violencia y la barbarie ética son los recursos de este mundo(10)”.
El puritanismo con su gracia específica y su ascetismo vocacional, cree en los mandamientos rígidos y revelados de un dios. Esos mandamientos deberían ser impuestos a toda criatura apelando a los recursos de este mundo, a saber: la violencia, ya que el mundo está bajo el imperio de la violencia y la barbarie ética. Si el puritanismo cree que los mandamientos deben ser impuestos, los métodos violentos quedan, así, santificados. La idea de misión que posee la teología puritana excluye el reconocimiento de los réprobos como pertenecientes a la comunidad humana(11) y si la aristocracia de la salvación (el pueblo elegido, los Estados Unidos)(12) tiene la misión de purificar al mundo del pecado, el mandato de realizar dicha evangelización, conlleva la agresión y la violencia.
Crear el cielo en la tierra, dar forma a la nueva Jerusalem, realizar la causa divina, son dentro del ethos norteamericano el modo de expresión del “destino manifiesto” de esa nación, la que requiere, de este modo, el uso de los ejércitos. Huntington lo afirma de manera brutal"Occidente no conquistó al mundo por la superioridadde sus ideas, valores o religión, sino por la superioridad en aplicar la violencia organizada. Los occidentales suelen olvidarse de este hecho, los no-occidentales nunca lo olvidan."
Esto es lo que excluye la posibilidad de fraternidad entre los hombres y la noción de igualdad, por este medio, está supeditada al cumplimiento de las condiciones que se requieren para ser parte de los elegidos. Entonces, las nociones de libertad, igualdad y democracia contenidas en su declaración de independencia, deben ser leídas bajo una lente, diversa a la que propone la racionalidad moderna: deben entenderse como regalos de la misericordia divina ajenos a la voluntad humana; por ende no sujetas a deliberación. Es por lo dicho que el neoliberalismo deviene en un modo de producción de subjetividad no emancipada. Y en esa subjetividad el mundo está dividido en benditos y réprobos.
Sólo una subjetividad emancipada como la de Benjamín pudo advertir, seis décadas atrás – en su Tesis de Filosofía de la Historia – que “articular históricamente lo pasado no significa conocerlo “tal y como verdaderamente ha sido”. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertosestarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.
Puritanismo y Religión Civil
El puritanismo fue al principio un movimiento ideológico iniciado durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, que tendía a una completa reforma calvinista de la Iglesia Anglicana. Más tarde se convirtió en un modo de vida, en una interpretación de la peregrinación cristiana que acentuaba la importancia de la regeneración personal, las oraciones domésticas y un estricto código moral. La Biblia fue considerada por los puritanos como la única fuente legítima de doctrina, organización eclesiástica, liturgia y religión personal. Se estimuló la lectura en los hogares de la Biblia de Ginebra, así como los sermones bíblicos regulares en las parroquias y la catequesis semanal.
A los puritanos se les llamó así por que querían “purificar” a la Iglesia de todas las vestiduras, ceremonias y costumbres heredadas de la Iglesia medieval y reformar la Iglesia de acuerdo con las pautas presbiterianas, pero Isabel I aplastó esta tendencia(14). Durante el reinado de Jacobo I, muchos puritanos continuaron en sus ministerios parroquiales y procuraron reformar la vida moral y espiritual de sus parroquianos. Otros actuaron como predicadores y otros, que consideraron imposible todo compromiso, formaron Iglesias independientes, ilegales y secretas. Después de 1604, con la Hampton Court Conference, muchos puritanos emigraron a los Países Bajos.
Una de las primeras colonias en fundarse -y que será la más importante dentro de la mitología nacional americana(15)- fue la colonia puritana de Plymouth. En 1608, un grupo de separatistas de Scrooby (Notinghamshire), se había instalado en Leyden, Holanda, para escapar de la hostilidad eclesiástica y popular y, tras una década en el exilio, decidieron buscar un refugio nuevo cruzando el Atlántico. Con la ayuda financiera de un grupo de comerciantes londinenses, zarparon de Inglaterra en el Mayflower en 1620. Los puritanos, a los que se les acabó conociendo como los “Peregrinos” (Pilgrims), arribaron al cabo Cod y fundaron la colonia de Plymouth, pero antes de desembarcar redactaron el “Pacto del Mayflower”(16), que ligaba a los firmantes a una forma de “entidad política civil(17)” que continuaría siendo la base del gobierno a lo largo de la historia de la colonia y hasta el presente.
En contraste con la política de colonización de otros países, la emigración desde Inglaterra no fue patrocinada por la corona, sino por grupos de ciudadanos particulares cuyo motivo principal era el lucro. Dos colonias, la de Virginia y la de Massachusetts, fueron fundadas por compañías establecidas, cuyos fondos suministrados por los inversionistas, se utilizaron para equipar, transportar y mantener a los colonos. En el caso de Nueva Haven, fueron emigrantes adinerados los que financiaron el transporte y el equipo de sus familias y servidores. Otras colonias como Nueva Hampshire, Maine, Maryland, Pennsylvania, pertenecieron originalmente a algunos miembros de la clase media o de la nobleza inglesa, los cuales, en calidad de patrones, prestaron dinero a los colonizadores con la garantía de tierras que les habían sido cedidas por el Rey. Las trece colonias que con el tiempo llegaron a formar los estados Unidos fueron Nueva Hampshire, Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del sur.
Poco tiempo después de la ascensión de Carlos I al trono inglés, y de que William Laud, su más acérrimo enemigo, fuera ordenado arzobispo de Canterbury, los líderes puritanos en Inglaterra se vieron sometidos a un continuo acoso, así que muchos de ellos se reunieron con sus hermanos de fe en América, acompañados de sus seguidores. En 1630 fueron diecisiete barcos y casi mil colonos los que emigraron a la Bahía de Massachusetts. Durante los diez años siguientes les seguirían veinte mil hombres más.
A diferencia de los emigrantes anteriores, en este segundo grupo de puritanos estaban incluidas personas ricas y de buena posición social. Querían trasladarse a Nueva Inglaterra para establecer una comunidad bíblica basada en las creencias puritanas bajo una forma de gobierno eclesiástico y estatal que satisficiera sus aspiraciones y sirviera como modelo para quienes dejaban tras de sí. Como gobernador de la colonia eligieron a John Winthrop, abogado y terrateniente de Suffolk y puritano ferviente que se iba a convertir en la figura dominante de los comienzos de Massachusetts.
Si bien la esencia de la noción de religión civil viene ya desde Rousseau, en contradicción absoluta con su propia teoría, porque él hablaba de un contrato social entre personas libres y acaba su ensayo sobre el Contrato Social con unas páginas dedicadas a la religión civil, donde plantea que si los hombres no comparten creencias públicas —no contractuales sino de dogmas, algo sagrado que los uniera— no podría darse la convivencia; aquí podría objetarse que Rousseau hablaba de lo trascendente, no de lo sobrenatural. El problema surge porque a pesar de los intentos actuales de promover sus virtudes, la "revolución americana" de ayer no fue más que una limitada guerra de independencia exenta de cualquier dimensión social (los revolucionarios nunca derogaron la esclavitud y de hecho la mayoría de sus líderes eran propietarios de esclavos).
En ningún caso en el curso de su revuelta contra la monarquía británica los colonos intentaron transformar las relaciones económicas y sociales: simplemente rechazaron seguir compartiendo los beneficios con las clases gobernantes de la metrópoli. Querían el poder para sí mismos no para cambiar las cosas sino para seguir haciéndolas igual y tras el fin de la Guerra Civil, surgieron diferentes tendencias en dichos ambientes, y una de ellas rechazaba las afirmaciones de la Ciencia, hacía suya la visión del mundo de las Escrituras e intentaba que las formas tradicionales se preservaran. Eran los Fundamentalistas, cuya doctrina de algún modo fue condensada en una serie de folletos, The Fundamentals, que aparecieron entre 1910 y 1915, y cuyos rasgos esenciales eran que la conversión sólo era posible por la fe en Jesucristo, que la Biblia constituía la explicación “verdadera” del mundo y debía entenderse en su sentido textual y que el regreso físico de Jesucristo era inminente y daría lugar a un reino milenario de paz y rectitud.
“Old Deluder Satan Act” y Los Juicios de Salem
Los dirigentes de la colonia de Massachusetts no consideraban apropiado que el pueblo gobernara, ya que no estaba preparado para ello. Creían, por eso, que la autoridad debía ser ejercida por aquellos a quienes Dios había hecho “elevados y eminentes en poder y dignidad”(18). La Constitución vigente en los Estados Unidos mantiene vivo este principio. Por ello, la elección del presidente es una elección que se realiza por intermedio de un colegio electoral designado en cada Estado(19) y que en varias oportunidades, ha desechado la voluntad electoral, designando a un presidente que no contaba con la mayoría de los sufragios. El caso más reciente, es el protagonizado por Al Gore Vs. George Bush, donde fue la Corte Suprema –además mediante una decisión dividida- fue quien finalmente eligió al presidente(20).
Por consiguiente, la participación en la política dependió de la pertenencia a la Iglesia. Se creó entonces un gobierno representativo de ese credo, lo que reafirmaba el carácter religioso de comunidad bíblica. Los ciudadanos de la colonia debían pagar el salario de los sacerdotes mediante impuestos, y solo los miembros de la Iglesia podían ejercer el derecho a votar puesto que ellos eran los bendecidos por Dios. De este modo, la ley evangélica encarnaba la utopía propuesta por Calvino. Massachusetts fue así la prueba de que el cielo en la tierra era posible.
Estos primeros puritanos rechazaban la tolerancia, puesto que fueron a tierras vírgenes a practicar lo que consideraban era la única forma verdadera de culto y creían que sería un pecado permitir cualquier otra. Las autoridades civiles castigaban duramente a los heterodoxos: les cortaban las orejas a los blasfemos y azotaban, multaban y expulsaban a baptistas y cuáqueros. Y fue este motivo – la intolerancia de la bahía de Massachussets – lo que promovió la creación de otros establecimientos: Nueva Hampshire fue fundada en 1638 como refugio religioso por los seguidores de Anne Hutchinson, que había sido declarada hereje y expulsada por afirmar que la fe era lo único necesario para la salvación; Connecticut, fundada por el reverendo Thomas Hooker, y Nueva Haven, la única entre las puritanas que no permitió el juicio con jurado por que no se mencionaba en las Sagradas Escrituras.
En el caso de Rhode Island, sus fundadores de habían sido expulsados de Massachusetts por sus pensamientos. Roger Williams, un sacerdote rebelde, impugnaba el derecho de apoderarse de las tierras de los indios así como también la conveniencia de mantener unidos Iglesia y Estado. Acusado de propagar una “nueva y peligrosa opinión contraria a la autoridad de los magistrados”, el Tribunal General lo expulsó de la colonia. Estableció la colonia de Rhode Island, donde pronto se impuso el concepto de que las personas podían tener el culto que quisieran y el Estado y la Iglesia quedarían separados para siempre en 1644.
De este modo, la Iglesia en Massachusetts dominaba todas las instituciones: los dirigentes políticos consultaban todas sus decisiones con los predicadores, que tenían una elevada autoridad como los únicos intérpretes de las Escrituras (los preceptos bíblicos eran los únicos que ordenaban la relación entre la Iglesia y la colonia). Y si bien los colonos trajeron sus preocupaciones acerca de la perdurabilidad de sus creencias al nuevo mundo, la escuela resultó el instrumento eficaz para la transmisión de las ideas calvinistas.
Fue así que en 1647, Massachussets dio el primer paso en lo referente a la educación obligatoria en los actuales Estados Unidos. El espíritu que inspiró la creación de un programa de educación pública, fue la obstinada lucha contra Satán y sus artilugios. “Old Deluder Satán Act”(21) es el nombre con el cual fue bautizada la decisión de la colonia de Massachussets para burlar la estrategia satánica tendiente a alejar a los hombres de las Escrituras. Obvio que el plan de estudios estaba basado en gramática y latín, instrumentos básicos para entender el mensaje divino. Con el tiempo se agregó contabilidad ya que esos conocimientos se volvían necesarios para la vida en la colonia debido a la Compañía que la había fundado (y para construir el cielo en la tierra, también).
Cierto es que frente a las expresiones del gobernador real británico de la Colonia de Virginiaque en 1671 dijo: “Agradezco a Dios que no haya escuelas libres ni imprenta; y espero que no [los] tengamos durante los [próximos] cien años; porque el conocimiento ha traído la desobediencia, la herejía y las sectas al mundo, y la imprenta los ha divulgado y ha difamado al mejor gobierno. ¡Que Dios nos proteja de ambos!”(22), el ideario de Massachusetts era superador. En definitiva, una superación pírrica: aprender a leer para reforzar la sumisión a la soberanía divina. Quizás sea debido a esta cualidad en el origen que en la actualidad los programas de educación estadounidenses cuestionan la teoría de la evolución de Darwin sin pudor alguno. Sin embargo, la colonia prosperó económicamente, lo que hizo evidente a los ojos de sus habitantes, que Dios bendecía la actuación de los puritanos.
Sin embargo, esta sagrada labor educativa, no fue suficiente en la desigual batalla contra el Maligno. Una muestra del celo puritano ha pasado a la historia como “El Juicio a las brujas de Salem”. Sucedió que en 1692 – cuarenta y cinco años después la implementación de la “ley” de educación de Massachusetts – un grupo de muchachas adolescentes de Salem Village, fueron víctimas de ataques espasmódicos después de escuchar los relatos de una esclava traída de las Antillas. Al ser interrogadas, dijeron que mujeres de la aldea eran brujas y las señalaron como la causa de sus tormentos. Los funcionarios del poblado formaron un tribunal para juzgar los cargos de brujería, y en menos de un mes, cinco mujeres fueron ejecutadas en la horca. El tribunal aceptó como pruebas las "evidencias espectrales" que aportaban las jóvenes, lo cual dio lugar a que se expandiera la histeria y las alucinaciones masivas basadas en las representaciones propias del mismo credo religioso que gobernaba Massachussets. Es así que para el otoño de 1692 ya habían sido ejecutadas por cargos de hechicería más de 25 personas y el número de acusaciones por brujería en estos juicios llegó a 300.
Estas dos referencias históricas serían irrelevantes en este ensayo, si no fuera porque el profesor Huntington – en los inicios del siglo XXI – rescata de la vida de aquellas colonias, los principios donde debieran encontrarse hoy las cualidades para la pertenencia a la actual identidad estadounidense. Así, afirma: “Los norteamericanos no han dudado en perseguir, discriminar y excluir a quienes consideran que no se adhieren a la fe norteamericana”(23). Situándose en el credo de los padres fundadores y resistiendo a toda tentación lógica, encuentra el permiso para revivir en la metáfora del “eje del mal”, la motivación eterna para luchar contra el Demonio hasta la segunda venida de Cristo.
El Destino Manifiesto del Pueblo Elegido
Entendemos que la relación entre religión y geopolítica es el modo idóneo para dar cuenta del mito fundacional de los Estados Unidos. Según Carou, existen tres formas de fusión de religión y geopolítica y las incluye bajo el término “religeopolítica”. Así, distingue aquella que se produce dentro del milenarismo, y que induce a tomar las medidas geopolíticas oportunas para preparar al mundo para la venida de Cristo (el “destino manifiesto”); la relacionada con la idea de “pueblo elegido”, que implica una nítida distinción entre Ellos y Nosotros (“Dios premia o castiga determinadas acciones territoriales”.), y por último la que define “territorios sagrados” y termina en “guerras santas”. Los diferentes tipos de fusión entre religión y geopolítica se producen actualmente con mucha asiduidad. En el caso de Estados Unidos en particular, se han expresado a lo largo de toda su historia –y a partir de los acontecimientos del 11/s – fusiones de los tres tipos mencionados, participando en sus manifestaciones discursivas y puestas en práctica, distintas tradiciones cristiano-fundamentalistas, evangélico-fundamentalistas, puritanas, calvinistas, protestantes junto a una geopolítica neoconservadora agresiva, moralista e intervencionista, que pretende reformar o reconstruir el planeta.
En 1654, el Capitán Edward Johnson había publicado en Londres “La Maravillosa Providencia del Salvador de Sión”con el propósito de reclutar cristianos para colonizar el “nuevo mundo”, declarando: “Jesucristo, con la intención de manifestar su Oficio Real hacia sus Iglesias mucho más plenamente de lo que han visto hasta ahora los Hijos de los hombres incita a sus servidores como los Heraldos de un Rey a hacer esta Proclamación por Voluntarios de la siguiente manera. ¡Oh sí! ¡Oh sí! Todos Uds. el pueblo de Cristo, que estáis aquí oprimidos, aprisionados y calumniosamente difamados, reuníos, vuestras esposas y vuestros pequeños, en respuesta a vuestros varios Nombres mientras sois embarcados para su servicio, en el Mundo Occidental, y más específicamente, para plantar las Colonias unidas de nueva Inglaterra; Donde habéis de ocuparos en el servicio del Rey de Reyes, en la divulgación de esta Proclamación por sus Heraldos en armas. ¿Podría el César tener listas tan rápidamente fuerzas frescas para movilizar de Europa a Asia? Cuánto más Cristo quien creó todo poder, convocará por su voluntad esta liga Oceánica formada por 900 personas, instrumentos que él piensa reunir para hacer uso de este lugar. Sépase que este es el lugar donde el Señor creará un nuevo Cielo, y una nueva Tierra, en nuevas Iglesias, y juntas todas una nueva mancomunidad”(24).
Tres siglos después, en Noviembre del 2003, una encuesta de Time/CNN da a conocer que el 47 por ciento de los estadounidenses se define como “born-again Christians”: en español básico, fundamentalistas. En varias otras encuestas conducidas en los últimos 10 años por “the Roper Center for public opinión”, muestran que el 59 por ciento de adultos cree que los hechos del Libro de las Revelaciones se realizarán en un futuro próximo y un 61 por ciento piensa que la segunda venida de Cristo está por llegar. El 53 por ciento, cree que las dos guerras mundiales, el Holocausto, el fin de la Unión Soviética, el SIDA, es el cumplimiento cabal de las profecías bíblicas.
Como herederos de una sociedad que se creyó contenida por la modernidad, ya no nos sorprende aquel Fukuyama que se desdijo del fin de la historia (y que hoy apenas si presume con su post humanidad), sino un Huntington que en su versión “académica”, le brinda los argumentos del fin de los tiempos(25) a un mandatario que se considera “salvado por Dios(26)” para facilitar así la profecía bíblica del “Armageddon(27)” y nos coloca, de pronto, ante el desconcierto de que el pasado retorna desde las páginas mismas del Libro de las Revelaciones desplazando los discursos seculares en interés de una visión escatológica y milenarista(28). Este nuevo evangelismo provee hoy como ayer un propósito singular y – ya que duda cabe – pre-histórico, que es reanimado por la pureza semiótica de los textos del Libro Sagrado.
Cuando el anticomunismo militante perdió el atractivo debido a la implosión del modelo soviético, muchos conservadores de los Estados Unidos se retiraron a la arena doméstica desde donde lanzaron las "guerras de la cultura" contra el Estado de Bienestar, el keynesianismo y los programas sociales, pero también y fundamentalmente a trazar el camino futuro por el cual los Estados Unidos debían transitar como única potencia imperial. Es así que a mediados de los 90's, los neoconservadores (los mismos ideólogos que moldearon la política exterior de Ronald Reagan(29) contra el "imperio del mal” y su diseño de guerra total llamado pomposamente “Starwars” (Guerra de las Galaxias)" y recuperados del susto del final de la guerra fría, se reagruparon alrededor de una nueva agenda de política exterior agresiva.
En esta nueva opinión internacionalista y conservadora, el poder nacional significa básicamente poder militar, y es así el único factor que determina quien cuenta en las relaciones internacionales. Desde esa concepción se desdeña a aquellos que apelan a las normas internacionales y al derecho internacional porque carecen de poderío militar (la clave de la legitimidad actual) para respaldar el mandato (Léase las Naciones Unidas). Como tal, la reacción de los supremacistas norteamericanos que hoy rodean a George Bush no tienen tolerancia alguna para con las políticas del poder internacional que se expresan en la ONU, o con los países europeos que defienden la preeminencia de las normas internacionales de convivencia y de los tratados de derechos humanos.
Al comienzo de este ensayo, citamos a la “bad girl” de Clinton quien decía "Si tenemos que usar la fuerza es porque somos americanos. Nosotros somos la nación indispensable. Cuando nosotros podemos cambiar las cosas, debemos hacerlo y el resto del mundo debe seguir esta línea(30)". En el mismo sentido, la “bad girl” de Bush, Condoleezza Rice, dijo que su gobierno “actuará desde el terreno firme de los intereses nacionales, no los de una comunidad internacional ilusoria(31)” en clara referencia a Naciones Unidas. Se entiende aquí que la noción de soberanía, está condicionada por el poder. Para la más poderosa nación-estado, la soberanía es total e incontestable.
En su gran estrategia, los Estados Unidos no rechaza categóricamente la necesidad y la relevancia de las normas internacionales, los tratados y las leyes porque las necesita estratégicamente antes de propiciar sus “guerras preventivas”(32). Bajo esta doctrina de soberanía condicional, los Estados Unidos se ha apropiado para sí el derecho de juzgar si el resto de las naciones del mundo están violando sus responsabilidades como entidades soberanas apoyando a terroristas no estatales o comprometiéndose en terrorismo estatal. Si las naciones son juzgadas como tales, entonces los Estados Unidos pueden intervenir para forzar un cambio de régimen (pero esto no es nuevo en la historia de ese país)(33). Pero como el poder norteamericano y las responsabilidades globales asociadas son tan diferentes de las de otras naciones, las reglas que condicionan la soberanía de las otras naciones obviamente no se aplican para los Estados Unidos que se ha transformado así en un verdadero Leviatán(34).
Entre los intelectuales orgánicos sobresale Francis Fukuyama, quien ha tomado otro camino desde hace mucho tiempo. Cinco años después de su best seller, devino en reorganizador de la línea neoconservadora de la Casa Blanca, colocándose al frente de una propuesta que, junto a otros nueve integrantes, dieron en llamar “The Project for the New American Century”, que vio la luz en 1997. Según sus miembros fundadores, el PNAC es una “organización educacional sin fines de lucro, que tiene el propósito de promover un liderazgo americano global”. Está todo dicho. Declaran los firmantes, que, al finalizar el siglo XX y al haber vencido en la Guerra Fría, Norteamérica se encuentra en la posición única y sin precedentes de constituir el poder global preeminente sin competidor, y que el reto para el siglo XXI es indudablemente el de aprovechar estos mismos logros, fruto de las décadas pasadas, para moldear un nuevo siglo favorable a los intereses y principios Norteamericanos.
La Declaración de Principios del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano concluye urgiendo a que se aprenda la “lección de la historia del siglo pasado”, que es, para los firmantes, la de reconocer la importancia de moldear las circunstancias “antes” de que surjan las crisis y neutralizar amenazas “antes” de que estas se agudicen, con lo cual quedan sentadas las bases para la doctrina de la “guerra preventiva” (como en efecto fue establecida por medio de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos el 20 de Septiembre del 2002)(35).
Quizás una de las recomendaciones del PNAC más pavorosa sea aquella donde se propone que "La gran estrategia de EEUU debe perseguir la preservación y la extensión de esta ventajosa posición durante tanto tiempo como sea posible [...]. Nuevos métodos de ataque -electrónicos, 'no letales', biológicos- serán más extensamente posibles; los combatesigualmente tendrán lugar en nuevas dimensiones: por el espacio, por el 'ciber-espacio' y quizás a través del mundo de los microbios; formas avanzadas de guerra biológica que puedan atacar a genotipos concretos pueden hacer del terror de la guerra biológica una herramienta políticamente útil."(36)
En consonancia con sus fundamentos, el documento señala el camino que los Estados Unidos deben transitar para así gobernar el mundo: a)que necesitamos aumentar los gastos para defensa perceptiblemente para realizar nuestro mandato global asumiendo las responsabilidades hoy y modernizando nuestras fuerzas armadas para el futuro; b) que necesitamos consolidar nuestros lazos con los aliados democráticos y retar a duelo a los regímenes hostiles que desafían nuestros intereses y valores; c) que debemos promover la causa de la libertad política y económica en todo el mundo; d) que necesitamos aceptar la responsabilidad del papel único de América en preservar y ampliar un orden internacional amistoso y conveniente a nuestra seguridad, nuestra prosperidad, y nuestros principios. Entre algunos miembros más reconocidos firman Donald Rumsfeld, Francis Fukuyama, Jeb Bush, Dick Cheney, Jeane Kirkpatrick, Paul Wolfowitzy John R. Bolton, todos ellos prominentes figuras del establishment.
En ese momento ya se había proyectado la invasión a Irak como parte de una estrategia de política exterior de vasto alcance (Irak, Afganistán e Irán) que según otro conocido intelectual orgánico de la Casa Blanca – Zbigniew Brzezinski – son los escenarios que permitirían luego atacar a China. Es en dicho documento fundacional que se declara que en el presente Estados Unidos no tiene rivales en el mundo y que su estrategia debería orientarse a preservar y extender esta posición ventajosa hacia el futuro tanto como sea posible dentro del siglo XXI.
El ministro puritano John Cotton expresaba la misma idea pero con estas palabras, en 1630: “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del Cielo, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos". De allí se desprende que Huntington dijera que “Además de las tribus indias, que podían ser aniquiladas o desplazadas hacia el oeste, no había aquí ninguna sociedad (...) y ellos –los colonos- vinieron con el fin de crear una sociedad que encarnara y reforzara la cultura que trajeron consigo del país de orígen(37)”. Las tribus (hoy como ayer) no eran parte de la sociedad y si ante el colono “obraron injustamente” (resistieron o se rebelaron) esto justificó tanto su sometimiento como su exterminio. De aquí se desprende que los puritanos del siglo XVII consideraron a los habitantes originarios como paganos y también como salvajes.
Tres siglos después, Samuel Huntington retoca aquel “credo” y define una Otredad más definitiva: si para los puritanos el indio antes de convertirse debía ser civilizado (porque sólo un ser civilizado puede conscientemente decidir bautizarse) en el siglo XXI, todo aquel que quiera ser admitido como “americano” debe “soñar en inglés”(38).